Por
Stanley Collymore
Nos conocimos por primera vez en
primavera, de manera apropiada, como sucede cuando las cosas mismas, ya
acomodadas en la existencia, entran en plena floración y nueva vida en tándem
con esta fresca y atractiva oleada de optimismo, gozosamente en su inocencia
refrescante e inmaculada, inimitables maneras de su impresionante puesto de
tentaciones irresistibles para encantar a todos y cada uno con el exquisito
amanecer de un nuevo comienzo.
Entonces vino el verano y con él los
días llenos de sol de la luz-heartedness, de la alegría y de la diversión
cuando los que previamente eran desconocidos el uno al otro pero ahora
descubriendo que estuvieron excepcionalmente impresionados, convenientemente
por así como atraídos personalmente el uno al otro, pionera ocurrencia,
felizmente considerado y poco después fácilmente se embarcó en una relación
mutuamente amorosa y estimulante de la suya. Una situación en la que, y de
manera similar, de nuestra propia condición encantada y perspectiva personal,
no estaban en modo alguno, completamente, solos.
Otoño con su motivo discernible y como
el corredor de relevo determinado recibiendo el bastón importante en esta
temporada tradicional de verano, habiendo participado activamente pero ahora a
punto de convertirse pronto en un participante saliente en esta inminente
transformación inminente y estacional , para no quedarse atrás creó su propio
caleidoscopio distintivo de color vivo que atractiva y constructivamente tanto
ayudó a forjar y aumentar, a cargo del proceso de reforzar y cementar
totalmente, la indudablemente amorosa Odisea comenzada por usted y por mí.
Invierno con su impresionante y coqueta
exhibición de vientos helados, nieve prístina y lluvia periódica y, en el ínterin,
marcadamente simbólico de la época del año, característicamente en su
acostumbrado y bien ensayado y, inimitable, distintivo estilo de exhibición de
belleza llamativa y serenidad transmisible, continuó con su sana ecuanimidad,
la etapa final de esta temporada tradicional y anual iniciada por primera vez
en primavera y ahora cerca de su final climatérico en invierno.
Mientras, a cambio, tú y yo: un par de
nuevos amantes, siempre agradecidos por las cambiantes estaciones por sus
contribuciones pintorescas y masivas a nuestra encantadora y amorosa situación,
anhelamos seriamente el futuro y los efectos causales de su carrera estacional
sobre nuestra propia y recíprocamente emprendedor amor.
No hay nada más emocionante,
emocionante, personalmente intoxicante e increíblemente gratificante que
encontrarse de manera inesperada con alguien con quien has llegado loca,
ineludible, apasionada y astutamente, como también resulta, se enamoró; y,
además, de manera subsecuente y poco después descubrir que el intenso amor que
exhibes por ese individuo específico es igualmente recíproco.
El poema de este nombre: "Nuestro
Calendario de Amor" y los artículos asociados con él, por lo tanto,
personalmente escrito para y cariñosamente dedicado a todos los afortunados y los
individuos bienaventurados. Y lo hago yo en el ferviente deseo y en la
ferviente esperanza de que tu mutuo amor recíproco permanezca firme, y como un
vino o un champán de la vendimia aumenta en valor y su preciada preciada a cada
año que pasas en tus vidas comunes.
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